Entre el conflicto palestino-israelí, el ajuste argentino y el Evatest: la izquierda se incendia con el regreso de Cele Fierro

La legisladora del FIT volvió al país tras su viaje con Greta Thunberg y desató un culebrón político en el peor momento del gobierno de Milei. En un país que se hunde en la anarquía y la crisis económica, la izquierda debate entre el marxismo y el melodrama.

Cele Fierro, legisladora porteña del Frente de Izquierda (MST-FIT Unidad), regresó a Buenos Aires después de su paso por la flotilla Global Sumud, una especie de crucero ideológico que intentó romper el bloqueo a Gaza y terminó interceptado por Israel. La misión, encabezada por Greta Thunberg, fue presentada como un gesto de solidaridad internacional.

Una fuente que formó parte de la expedición relató que “Cele tiene una energía intensa, una atracción notoria por hombres y mujeres, y en el barco eso se desbordó”. Según su testimonio, el ambiente a bordo era una mezcla de encierro, adrenalina y desahogo emocional: “Los días eran eternos, los camarotes mínimos, y las emociones iban al límite. Nadie dormía mucho, ni por la causa ni por otras cuestiones”. Otro testigo contó que Fierro habría mantenido un vínculo cercano con un fotógrafo catalán que documentaba la travesía. “Se los veía juntos en cubierta, compartiendo mate y cigarrillos cuando el resto dormía. Al principio era complicidad política, después se transformó en algo más”, deslizó. En los pasillos del barco bromeaban con que el documental del viaje podría terminar siendo “una historia de amor en medio del bloqueo”.

Un miembro de la tripulación sumó otra versión: “Cele tenía una fascinación con una activista noruega muy joven, de mirada azul y carácter fuerte. Discutían a los gritos y a la noche se reconciliaban en silencio. Nadie sabía si peleaban por la estrategia humanitaria o por celos”. Lo cierto es que las tensiones a bordo crecían a medida que el barco avanzaba, y las olas del Mediterráneo parecían acompañar el drama con su propio ritmo de telenovela internacional.

Mientras tanto, Buenos Aires hervía. Con el dólar paralelo en ascenso y el consumo desplomado, el gobierno de Milei enfrentaba su semana más crítica. En el Congreso, la oposición avanzaba con proyectos que limitan los decretos presidenciales y revierten recortes a universidades y hospitales. En la calle, sindicatos, estudiantes y organizaciones sociales convocaban a nuevas marchas, mientras el clima de tensión social crecía con un olor inconfundible a fin de ciclo.

Según testigos, la legisladora ingresó discretamente al local de Farmacity de la calle Perú, a metros de la Legislatura, compró un test de embarazo y se fue sin mediar palabra. Dentro del Frente de Izquierda, el tema cayó como un misil. En los grupos de WhatsApp del frente se habló de “campaña sucia”, “patriarcado interno” y “conspiración mediática”. Otros, más sinceros, admitieron lo obvio: “Lo de Cele nos pegó en el peor momento”, dijo una fuente del MST, agotada de apagar incendios ajenos. “Milei está contra las cuerdas, y nosotros discutiendo si una compañera compró o no un Evatest. Es tragicómico.”

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