El error más frecuente entre los principiantes es creer que entrenar más siempre es mejor. Muchos llegan al día de la carrera sobreentrenados, con lesiones o agotamiento acumulado. Otros hacen lo contrario: se confían, saltean los fondos largos o no prueban cómo responde su cuerpo con hidratación y geles durante los entrenamientos. Y casi todos caen en la misma trampa el día D: salir demasiado rápido, empujados por la euforia de la largada y el público.
Para evitar esos tropiezos, conviene asumir que la preparación es tanto física como logística. Entrenar con regularidad, dormir bien, cuidar la alimentación y respetar los descansos es más valioso que cualquier plan milagroso. El día de la carrera, desayuná liviano y conocido, llegá con tiempo, y corré con ropa y zapatillas ya probadas. Hidratate desde temprano, incluso si no tenés sed, y usá geles energéticos según lo que hayas ensayado en los entrenamientos.
Por último, recordá que correr una maratón no es vencer a nadie, sino encontrarte con vos mismo. El muro de los 30 kilómetros no es un enemigo, sino una frontera mental: respirá, sostené el ritmo y pensá en cada paso como una promesa cumplida. Al cruzar la meta, no importa el tiempo: lo que queda es la certeza de haber hecho algo que pocos se animan a intentar.
Checklist del debutante maratonista:
- Desayuno probado y liviano (evitá experimentar con alimentos nuevos).
- Zapatillas y ropa ya usadas, sin costuras que puedan rozar.
- Hidratación desde el kilómetro 0, incluso antes de sentir sed.
- Geles energéticos o snacks según tu plan de entrenamiento.
- Ritmo conservador los primeros 10 km.
- Protección solar y gorra si la carrera es de día.
- Paños fríos o esponjas en los puestos de agua para bajar la temperatura.
- Buen descanso la noche anterior y los días posteriores.
Y, sobre todo, disfrutá: la primera maratón no se corre para ganar, se corre para volver.

