¿Comodidad o pobreza? Argentina se viste de jogging, el erotismo urbano se desploma y una consultora anuncia “hibernación social”

Según un informe reciente de la consultora Pluricausas, el 68 % de los argentinos utiliza joggings en su vida cotidiana. Lo que hace unos años era una prenda reservada para el gimnasio o los domingos de descanso, hoy se transformó en uniforme nacional: el jogging salió a la calle, al trabajo remoto y hasta a los bares. El informe lo describe como una "comodidad melancólica", síntoma de un país que, ante la pérdida del poder adquisitivo, busca refugio en la elasticidad del algodón.

Las causas son tan económicas como culturales. En tiempos de inflación y salarios erosionados, el jogging tiene ventajas que van más allá del precio: “se lava menos, gasta menos jabón, disimula el cuerpo” y se adapta a la vida sedentaria que impuso la crisis. Muchas personas lo usan incluso para dormir, en una continuidad entre descanso y supervivencia que borra los límites entre el adentro y el afuera. En una sociedad que ya no renueva vestuario ni zapatos, vestirse cómodo se volvió una forma de resistencia… o de resignación.

Pluricausas apunta también a un cambio en los códigos del deseo urbano: el jogging, dice el informe, “aplana las diferencias, borra el erotismo de la vestimenta y convierte a la ciudad en un dormitorio extendido”. Si en los noventa el jean ajustado o el traje eran símbolos de estatus, hoy dominan los conjuntos grises, los puños flojos y las zapatillas baratas. El cuerpo se esconde, la elegancia se diluye, y la sensualidad se archiva junto con el consumo.

En definitiva, la masificación del jogging parece condensar algo más profundo: “una sociedad deprimida ya no necesita zapatos ni seducción, solo abrigo y elasticidad” reza el informe en sus conclusiones. El jogging es el paso previo a la hibernación económica y libidinal de un país que, agotado por la inflación y la incertidumbre, se viste para estar cómodo… incluso si no piensa salir más.

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