La figura de Don Luis Orione, canonizado por Juan Pablo II y venerado por su obra entre los pobres, reapareció en la agenda política por un motivo inesperado. En las últimas semanas, su nombre comenzó a circular en reuniones informales de Gobierno, donde varios funcionarios comentaron con visible incomodidad una frase que le atribuyen desde hace décadas: “Un presidente será colgado en la Plaza de Mayo.”
Aunque la frase pertenece al terreno del mito, en Balcarce 50 nadie la despacha del todo. “En otros tiempos sería una curiosidad, hoy es un problema”, reconoció un asesor del área política. “El contexto está demasiado inflamable para ignorar símbolos de violencia, aunque vengan de un santo.” En el Ministerio de Seguridad aseguran que el tema “se mencionó de pasada” en un encuentro de análisis de riesgo social. Y en la Secretaría de Inteligencia —la ex SIDE— un informe reservado incluyó la referencia como “dato cultural de sensibilidad pública”.
Un funcionario del entorno presidencial admitió que el tema “genera un malestar difícil de definir”. Otro, más escéptico, deslizó: “La mitad del gabinete no cree en nada, pero tampoco quiere tentar al destino”. En los pasillos, el comentario se repite con media sonrisa: “En la Argentina todo puede pasar, menos que una profecía no se cumpla”.
Las visiones atribuidas a Don Orione describen un país marcado por el desorden y la sangre. Habló de gobiernos débiles, de banderas que dejarían de flamear durante dos días sobre la Casa Rosada y de un pueblo que solo hallaría la paz “cuando un hombre del norte gobierne por muchos años”. Sus seguidores aseguran que algunas predicciones se cumplieron: el derrocamiento de Perón, el Cordobazo, las dictaduras y la violencia política.
El resurgimiento del tema se mezcla, además, con la devoción esotérica que algunos funcionarios profesan por las psicografías de Benjamín Solari Parravicini, el artista y vidente argentino que dibujó cataclismos y profetas con rostro local. Entre ellos, Santiago Caputo —estratega del Presidente y responsable político de la inteligencia—, quien lleva tatuada una de las imágenes más famosas del místico.

