Crearon un grupo de autoayuda para periodistas culturales: “Nos dimos cuenta de que no entendíamos nada”

Se juntan en un bar de Almagro para procesar lo que llaman “fatiga intelectual crónica”. Dicen que ya nadie distingue una obra maestra de una gacetilla bien escrita, pero que igual hay que seguir publicando.

Se presentan como Periodistas Culturales en Recuperación, un colectivo que, según su propio manifiesto, busca “reaprender a leer después de años de simulación profesional”. Las reuniones son todos los jueves en un bar de Almagro donde alguna vez se hicieron ciclos de poesía. Hoy, el tema central es otro: cómo sobrevivir en un ecosistema en el que todos escriben sobre todos y nadie gana lo suficiente para comprarse un libro.

“Durante años pensé que lo mío era pasión por la literatura, hasta que descubrí que era dependencia del cafecito gratis del Filba”, cuenta uno de los fundadores, colaborador en varios medios que ya no existen. “Te pagan con ejemplares y encima hay que fingir entusiasmo. Es agotador”, agrega una cronista que, según admite, hace tiempo reseña sin leer más que la contratapa.

En el grupo circula una frase que repiten como un mantra: ‘Si el autor o el editor son amigos, el libro es bueno’. Dicen que así se mantiene la paz en los círculos culturales, donde las recomendaciones cruzadas funcionan como el único sistema de previsión social. “Es una red de favores afectivos y paneles sin viáticos”, comenta un ex jurado del Fondo Nacional de las Artes que ahora asiste “por salud mental”.

Entre mates y fotocopias, un sociólogo invitado ensaya una explicación: “La precariedad intelectual es el último estadio del amor al arte”. Nadie lo contradice. Afuera, cae la noche sobre Almagro y alguien anota una idea para su próxima nota: ‘El cansancio como forma de militancia cultural’.

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