Furor por los hoteles del deseo: parejas que pagan para ser vistas mientras tienen sexo detrás de paredes de vidrio

El nuevo fenómeno erótico en Buenos Aires y el conurbano combina voyeurismo, soledad y redes sociales. Algunos hoteles ya ofrecen suites con muros transparentes para que parejas desconocidas se observen mutuamente. “Es como Tinder, pero sin filtros”, dice uno de los dueños. Psicólogos advierten que el boom refleja más ansiedad que placer. Aunque la normativa vigente prohíbe este tipo de prácticas, los servicios existen: no se publicitan y se solicitan solo en voz baja, al llegar a la recepción.

En una esquina de Villa Madero, detrás de un cartel de neón que parpadea, se esconde uno de los secretos mejor guardados del nuevo erotismo urbano: habitaciones separadas por vidrios donde dos parejas desconocidas pueden verse —y ser vistas— mientras tienen sexo. La moda, que nació hace menos de un año en algunos hoteles alojamiento del conurbano, se extendió a zonas como San Cristóbal, Balvanera y Flores. En cada uno de estos lugares, la discreción convive con el espectáculo.

“El cliente ya no busca privacidad, busca estímulo”, explica Rodolfo, dueño de un hotel en la zona sur que reformó varias de sus suites. “Antes pedían hidromasaje o espejo en el techo; ahora preguntan si la pared es de vidrio. Es como Tinder, pero sin filtros. Algunos vienen por curiosidad, otros directamente lo piden por teléfono. A veces hasta preguntan quién está del otro lado.” El empresario admite que la iniciativa funciona “por fuera del reglamento”: “No se puede ofrecer abiertamente porque está prohibido por la normativa de alojamiento, pero si alguien lo pide y hay disponibilidad, se hace. Todo con consentimiento y sin cámaras”, aclara.

En un establecimiento de San Cristóbal, Mara, recepcionista con años de experiencia, confirma que existe una “doble carta” de opciones. “Las habitaciones están clasificadas como ‘tradicionales’ y ‘mixtas’. Hay parejas que llegan decididas y terminan pidiendo una común. Y hay otras que vienen solo por eso, porque quieren ver o ser vistas. Es un público muy diverso. Últimamente vienen también mujeres solas, curiosas, o parejas de más de cincuenta que dicen querer ‘recuperar la chispa’”, cuenta.

Para la psicóloga sexual María Fernanda Ortiz, la tendencia tiene menos que ver con el placer y más con la exposición. “Vivimos en una época donde el deseo se construye a través de la mirada ajena. Las paredes de vidrio materializan lo que ya ocurre en las redes sociales: mostrarse es una forma de existir”, analiza.

El sociólogo Esteban Larralde, investigador del CONICET, lo plantea con más frialdad: “Estos hoteles no son espacios de intercambio, sino de contemplación. La gente no busca contacto, busca confirmación. La excitación viene del reflejo, no del cuerpo.”

Mientras tanto, los dueños de los hoteles aseguran que la demanda no para de crecer. En algunos casos, las habitaciones de vidrio deben reservarse con una semana de anticipación. “Al final del día, todos quieren mirar o que los miren”, dice Rodolfo, encendiendo las luces de neón que anuncian el próximo turno. Afuera, la noche del conurbano parece observar todo.

Scroll al inicio