La derrota del peronismo explicada a los niños: Una Fábula Electoral

Había una vez una Caperucita Peronista, que cada cuatro años salía por la selva electoral con su canasta de promesas y recuerdos.

Había una vez una Caperucita Peronista, que cada cuatro años salía por la selva electoral con su canasta de promesas y recuerdos. Durante mucho tiempo, los animales del bosque la seguían porque ella les traía trabajo, consumo y fiesta, o al menos los prometía con algo de verosimilitud. Pero con los años, su canasta empezó a llenarse de cosas que nadie quería: billetes que se derretían al sol, precios que subían como enredaderas salvajes y una niebla de desorden que cubría el sendero. Los pájaros jóvenes la miraban con desconfianza, los zorros del conurbano empezaron a murmurar, y hasta los viejos árboles ya no creían en su brújula.

Entonces apareció un lobo nuevo, babeante y feroz, que se hacía llamar Lobo Libertario. Prometía cortar las lianas, prender fuego al bosque viejo y empezar de nuevo. Caperucita, cansada y perdida, quiso explicarse, pero el viento de la inflación y el rugido de la un estado bastante ineficiente la taparon. El lobo, astuto, le robó los votos uno por uno: los de los jóvenes cansados de la espera, los de los pequeños animales que ya no podían pagar su guarida, los de quienes habían olvidado las viejas canciones del bosque.

Cuando estuvo a punto de ser devorada, Caperucita hizo lo único que se le ocurrió: se disfrazó con las ropas de su abuelita, una anciana sabia llamada Abuelita Radical, que ya estaba retirada y sólo se preocupaba por sus pequeños cargos y el cuidado de su dentadura gastada.. Con ese disfraz, Caperucita Peronista logró que el lobo dudara: no era del todo roja, ni del todo nueva, pero su carne estaba ya muy cansada y no era tan jugosa como el lobo hubiera querido. El lobo, tironeado por un nuevo dueño llamado el leñador Estados Unidos, quedó algo confundido y le permitió seguir caminando, aunque ya nadie sabía muy bien quién era. Y así fue como el peronismo sobrevivió gracias a convertise en su propia abuelita. 

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