“Mi cuerpo solo ovula cuando sube el dólar”

La historia de Mónica G., una mujer que pasó años intentando ser madre sin éxito hasta descubrir que su fertilidad parecía despertar en los momentos más críticos de la economía argentina. Entre la ciencia, el azar y una intuición política del cuerpo, su historia se convirtió en un símbolo involuntario de cómo las crisis también se encarnan.

Durante años, Mónica G. vivió con un diagnóstico que parecía sellado: “anovulación crónica”. Los médicos le explicaban que su cuerpo no liberaba óvulos, que el ciclo hormonal estaba desincronizado, que el estrés, la ansiedad o un desequilibrio del eje hipotalámico podían ser responsables. Ella asimiló esas palabras como una condena suave, una de esas que no matan pero tampoco dejan vivir. “Era como si mi cuerpo se negara a participar del futuro”, dice ahora, recordando aquellos años.

Hasta que, de manera tan absurda como precisa, el futuro llegó en forma de corrida cambiaria. Era 2018, el dólar escalaba minuto a minuto, las tasas se disparaban y el país entero vivía con la respiración entrecortada. En ese contexto, Mónica tuvo su primer test de ovulación positivo. “Me reí sola —cuenta—. No ovulaba desde hacía años, y justo lo hago cuando sube el dólar. Mi cuerpo, parece, también se guía por la economía.”

El embarazo se confirmó poco después. Nueve meses más tarde nació Nicolás, llamado así en homenaje involuntario al entonces ministro de Economía, Nicolás Dujovne. “Fue una mezcla de humor y gratitud —dice Gustavo, su marido—. No por él, sino por lo que representaba ese momento. Era un nombre que hablaba del contexto, del caos, de cómo la vida aparece cuando todo se tambalea.”

Tres años después, la historia volvió a repetirse. En 2021, entre inflación, paritarias y discursos de ajuste, Mónica volvió a ovular. Esta vez nació Martín, por Martín Guzmán. “Ya lo tomé con naturalidad —admite—. No me preocupa tanto entender por qué pasa, sino qué me está diciendo mi cuerpo. Las mujeres estamos acostumbradas a que todo lo que nos pasa se lea desde afuera, desde la medicina o la moral. Pero a veces el cuerpo entiende el país mejor que nosotros.”

Los médicos ofrecen explicaciones posibles, pero ninguna definitiva. El estrés extremo puede alterar el eje hormonal, tanto inhibiendo como estimulando la ovulación. La neuroendocrinología conoce casos donde la tensión ambiental —la “alerta constante”— modifica los niveles de cortisol, generando efectos impredecibles en la fertilidad. “Podría tratarse de una coincidencia fisiológica”, arriesga una endocrinóloga consultada. “O de una respuesta adaptativa del organismo a contextos de amenaza. No es común, pero tampoco imposible.”

Más allá de la ciencia, la historia de Mónica funciona como una radiografía del cuerpo social. Una mujer que, en lugar de paralizarse ante la crisis, parece biológicamente impulsada por ella. “Las argentinas aprendimos a hacer rendir todo: la plata, el tiempo, el deseo. En mi caso, hasta la ovulación”, dice, sin perder el tono medio en broma, medio en serio.

Hoy Mónica y Gustavo viven con sus dos hijos y una rutina que, según ellos, tiene algo de tregua. “No sé si volverá a pasar”, dice ella. “Pero el país siempre da oportunidades.”

Hace una pausa, mira a Gustavo y sonríe con una mezcla de ironía y ternura antes de cerrar la charla:

“Ahora estamos buscando a Toto. O Tota.”

Scroll al inicio