El Premio Clarín de Novela, que cada año se presenta como el gran evento literario del grupo, atraviesa una edición cargada de dudas. Según trascendió, Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez y Claudia Aboaf, integrantes del jurado, habrían planteado inquietudes sobre la autenticidad de varios manuscritos finalistas. “Hay textos impecables, sin una coma fuera de lugar, pero sin pulso humano —explicó un lector del comité de selección—. Parecen escritos por alguien que jamás se cansó, ni se equivocó.”
La posibilidad de que algunas obras hayan sido redactadas con inteligencia artificial abrió un debate insólito. En la sede de Tacuarí, los jurados habrían sugerido la incorporación de herramientas de detección automática, pero la idea no prosperó. “Sería admitir públicamente que ya no podemos distinguir entre un escritor y una máquina”, comentó un editor del área cultural. Otro agregó, con una sonrisa cansada: “Al menos, si gana una IA, sabremos que la puntuación estará bien puesta”.
Entre los organizadores del certamen, sin embargo, la preocupación convive con cierto alivio. “Con todo lo que se está recibiendo, la inteligencia artificial no sería lo peor que podría pasar”, deslizó una fuente del diario. Y para ilustrarlo, recordó sin rodeos: “La novela del año pasado directamente tenía problemas elementales de sintaxis. Parecía escrita por un ágrafo. Nadie entendía cómo había pasado el primer filtro”.
Más allá del debate tecnológico, lo que sí se mantiene intacto es la trama de afinidades y conveniencias que rodea al premio. En los pasillos del diario se comenta que el jurado, más que descubrir nuevas voces, busca sostener equilibrios entre sellos, agentes y autores afines. “El certamen siempre fue una mezcla de cultura y diplomacia —dijo un periodista veterano—. La literatura es apenas el escenario.”
En ese clima, los jurados leen, comparan y sospechan, tratando de encontrar humanidad donde tal vez ya no la haya. Y entre comentarios irónicos y cafés interminables, alguien resumió el espíritu del momento con un gesto de resignación: “Si este año gana una máquina, por lo menos sabremos que aprendió a escribir mejor que nosotros.”

