Rumores firmes en editoriales y productoras señalan que Netflix tenía en estudio una serie basada en La llamada, la crónica en la que Leila Guerriero reconstruye el secuestro de Silvia Labayru en la ESMA y las consecuencias que marcaron su vida. El interés inicial se habría enfriado cuando surgió un problema más terrenal que artístico: cómo repartir el dinero si el proyecto avanzaba. Según una fuente editorial, “ahí se pinchó todo”, y nadie quiere dejar su nombre asociado a una pelea que, en voz baja, todos reconocen.
Del lado de Guerriero, algunas voces argumentan que “la historia es de quien la cuenta” y que la obra —su enfoque, su estructura, su interpretación— es lo que vale para una adaptación. Otros, en cambio, sostienen que “la historia es de quien la vivió” y que Labayru debería recibir un reconocimiento proporcional si su experiencia vuelve a circular en pantalla. Entre ambos bandos, la plataforma habría optado por congelar la negociación ante el riesgo de quedar atrapada en una disputa que mezcla memoria, derechos y ese pragmatismo del mercado que siempre aparece sin anunciarse.
En productoras cinematográficas hablan de “ruido jurídico” y de un clima enrarecido: nadie quiere ceder, nadie quiere quedar como el malo y nadie quiere perder plata. Una editora que sigue el tema resume el cuadro con cierta resignación: “Todos discuten de ética, pero lo que frena la serie es otra cosa”. Por ahora, reina el silencio oficial. Y el proyecto, dicen, duerme en un limbo donde cada parte defiende su versión de los hechos y su parte del posible negocio.

